VIVIR EN DONOSTIA/ SAN SEBASTIÁN: DE LAS VENTAJAS DEL ALQUILER DE VIVIENDAS

En un país y ciudad como los nuestros, en los cuales, con toda la que ha caído en los últimos años, aún sigue extendida la falsa creencia de que comprar es siempre mejor opción que alquilar, que lo primero es ganar y lo segundo, perder, pueden sugerirse algunas razones que permiten ver que en esta alternativa el alquiler también comporta ciertas ventajas que, llegado el caso, pueden ser motivo suficiente para hacerlo claramente preferible a la compra.

El primer argumento, más general y teórico, es de corte histórico: la pasada crisis puso de manifiesto de manera descarnada lo que sucede en una sociedad cuando cualquier bien es identificado de manera casi exclusiva con el valor económico. En este caso, resulta que buena parte de la población, consumidores y productores, tienden hacia ese bien compulsivamente, ya sea para producirlo, ya para adquirirlo, desencadenando una dinámica que hace que el bien en cuestión acabe paulatinamente o de manera explosiva perdiendo todo o casi todo su valor. Nuestra reciente crisis ha mostrado a las claras este proceso. ¿Qué sucede cuando en un país la mayoría se dedica a lo mismo, es decir, a gastar su dinero en bienes inmuebles? ¿Cuánta gente ha salido perdiendo por haber confiado su riqueza al ladrillo?

Vayamos a cosas más concretas. Nuestra pregunta ahora es: ¿Es mejor comprar o alquilar inmuebles? ¿Alquilar es, como se piensa, tirar el dinero? Aunque es cierto que cada individuo es un universo y percibe las cosas y sus valores desde su precisa posición en el mundo, decidiendo en consecuencia, se pueden aportar algunos argumentos de peso en beneficio del alquiler. Las respuestas que presentamos a continuación van dirigidas al individuo que duda entre, por así decirlo, comprarse un piso o vivir de alquiler, sin más pretensiones.

  1. Supongamos un largo plazo, por ejemplo, de 30/40 años, tiempo que tardaría alguien en cancelar su hipoteca inmobiliaria, es decir, en llegar a ser pleno propietario de una vivienda o piso. Si en un lado de la balanza colocásemos el total de las rentas del alquiler pagado por otra persona a lo largo de ese mismo tiempo y, en el otro, todos los desembolsos efectuados por quien optó por ser propietario ¿de qué lado se decantaría el fiel de la misma si a la suma hipotecaria del segundo se le añadiesen los pertinentes gastos debidos a rehabilitaciones por desgaste -cada 15 años más o menos-, mejoras, cuotas de comunidad, derramas, impuestos sobre bienes inmuebles, seguros, etc…? La respuesta sería evidente.
  2. El resto favorable al alquiler manifestado en el punto anterior no es otra cosa que liquidez. Y cuando alguien dispone de mayor liquidez puede emplear ésta en muy diversas cosas, ocio, cultura, viajes etc…, pero, particularmente, también en formación, aquello que nos hace más capacitados para el mercado laboral. Esta liquidez es precisamente el coste de oportunidad del que prescindiríamos si optásemos por la compra frente al alquiler, un aspecto conocido en el que recientemente ha incidido el premio Nobel Robert Shiller. El alquiler nos permite invertir más en “felicidad” o “bienestar” no menos que en formación y desarrollo profesional.
  3. Incidiendo en el último aspecto señalado en el punto precedente, en un mercado laboral en el que los trabajos son cada vez menos fijos y localizados, la capacidad de cambio y mudanza por parte del trabajador resulta crucial. Esto es algo que facilita el alquiler frente a la compra en propiedad. Si el alquiler aporta movilidad, la adquisición de vivienda conlleva gravosas dependencias y lastres (apalancamientos) algo contrario por entero a un mercado laboral caracterizado por el valor prevalente de la flexibilidad frente a la seguridad.  Alquilar, de nuevo, permite en mayor medida el desarrollo profesional .
  4. En tiempos de crisis, si vivimos en un piso de alquiler, podremos negociar con el arrendador nuestra renta a la baja o trasladarnos a un inmueble más barato casi ipso facto; en el caso de que el inmueble sea de nuestra propiedad, a duras penas podremos negociar nuestra hipoteca con el banco o, en caso de que nos veamos obligados a desprendernos del mismo, quizá nos cueste mucho (mal)venderlo.
  5. Por último, un breve apunte para desmitificar la “compraventa” o inversión en bienes inmuebles como modo seguro de alcanzar pingües beneficios: aunque esto puede suceder en momentos precisos y en lugares concretos, no se puede con ello establecer la norma. Frente a la creencia extendida de una revalorización permanente de las casas, hay que incidir en que, aparte de lo expresado más arriba, las viviendas son un producto, primero, muy arriesgado por su escasa diversificación (gastamos todo nuestro dinero en una sola cosa) y, segundo, de mucha menor rentabilidad de lo que se cree. Si, hoy por hoy, no resulta tan fácil recuperar el dinero invertido, no digamos ya salir ganando con un inmueble.

Fuentes:

Salas, C. Idealista News (https://www.idealista.com)

Barnés, H. G., «“Es un suicidio financiero”: por qué no deberías comprar una casa, según Altucher» (www.elconfidencial.com)